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El vendepatrias

Por Miguel Ángel Hernández Calvillo

Septiembre 16, 2025 03:00 a.m.

A

Justo en el “mes de la Patria” se le ocurrió a Felipe Calderón lanzar un dardo envenenado que se volvió contra él mismo, al señalar que se dolía de que no haya intervenido el exembajador del gobierno de Estados Unidos en México, Ken Salazar, para impedir que avanzara la reforma judicial. El calificativo de “vendepatrias” es más que merecido para un expresidente espurio que sigue empeñado en competir con otro expresidente como Ernesto Zedillo, que también anda como chivo en cristalería para ostentarse como la voz cantante de una oposición derechista que nomás no encuentra la cuadratura del círculo. Recuérdese que Zedillo también actuó como “vendepatrias” al empeñar la factura petrolera al gobierno estadounidense en 1995, a cambio de un préstamo emergente de miles de millones de dólares... para salvar de la quiebra a los grandes capitales que abandonaban el barco por la crisis financiera desbordada, pues de ese nivel era la consideración de estos sujetos respecto de los bienes propiedad de la nación.

En una de sus imperdibles columnas, Miguel Ángel Granados Chapa narró cómo la noche del 15 de septiembre de 2010, Felipe Calderón esperaba a cinco expresidentes de México a la fastuosa cena que se acostumbraba obsequiar en Palacio Nacional, con el pretexto de las fiestas patrias. Felipe los había invitado para mostrar una presunta “unidad nacional”… de élites, luego de que nunca pudo convencer de su legitimidad en las urnas. Sin embargo, únicamente acudieron Vicente Fox y Carlos Salinas, faltando Ernesto Zedillo, Miguel de la Madrid y Luis Echeverría (“Interés Público” del 19 de septiembre de 2010 en Revista “Proceso”, número 1768).

Granados Chapa refería que esa estrategia de reunir a exmandatarios fue efectiva cuando gobernaba el PRI, porque se terminaba delegándoles responsabilidades honoríficas en el gobierno en turno (patronatos, consejerías, etcétera) y aunque algunas encomiendas eran más bien simbólicas, otras tuvieron relevancia “porque la tenían de suyo o porque los ex-presidentes le dieron sustancia, como en el caso excepcional del general Lázaro Cárdenas como director de la Comisión del Balsas” (Ibid.). A fin de cuentas, se trataba de reconciliar visiones distintas y. no pocas veces, hasta encontradas, sobre el derrotero del país, pero siempre dentro de la “familia revolucionaria”.

Sin embargo, se trataba de una unidad nacional fincada en acuerdos de élite, que poco tenían que ver con los intereses de la mayoría de la población. En aquélla cena de Calderón, quedó clara esa “política ficción” porque al pueblo no se le podía olvidar que, antes, Fox se refería con desprecio a Salinas y, luego, éste terminaría por hacer migas con aquél en el propósito de parar, a cualquier costo, a López Obrador en 2006. En dicha celebración, Salinas se lució robando cámara a Calderón, tratando de aparecer como el verdadero “factótum” de la vida política en el país, llamando a construir una “unidad nacional” en torno a un Felipe que, para entonces, era cada vez más la expresión anticipada de una palaciega desolación. La “unidad de élites” rendiría frutos, como acuerdo entre “vendepatrias”, para pavimentar el regreso del PRI a los Pinos en 2012. Este tipo de historias, dentro de la gran trama de la Historia nacional, quedan para contrarrestar la desmemoria de sujetos como el tal Calderón que nunca entendió que la unidad nacional es con el pueblo.

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