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Emmanuel, fin de pista

Por Yolanda Camacho Zapata

Abril 22, 2025 03:00 a.m.

A

Yo no soy una scout de toda la vida. Lo mío, más bien, fue producto de las circunstancias. La familia de Marcos ha sido parte de los Scouts por generaciones, así que yo sabía que, llegado el momento, nuestros hijos eventualmente formarían parte del movimiento. Honestamente, al inicio la idea no me hacía muy feliz que digamos, pues yo nací siendo flor de asfalto. Cuando llegó el momento, naturalmente, el primogénito ingresó a uno de los grupos y Marcos se enroló de nuevo. Luego, con el menor pasó lo mismo y enfrenté dos opciones: pasarme el fin de semana sola, o entrarle junto con el Club de la Testosterona. No fue difícil decidir. No soy buena con infantes, pero sí soy buena organizando cosas, así que en eso me enfoqué. Eventualmente, entendí al movimiento, que no era muy alejado de algunos que ya había estado con los Maristas, así que agarré la onda hasta tomar el uniforme y hacer la promesa que me llevó a portar la pañoleta. Ahí conocí a Emmanuel Coulón.

Emmanuel era ya toda una institución entre los Scouts. Un hombre que encontró en el movimiento a su familia. Cuando yo lo conocí, vi a un viejito simpático, super agradable, que les contó a mis hijos, todavía pequeños, andanzas de su papá, de su abuelo y de sus tíos abuelos. Le vimos en la Villa Scout, un enclave que construyó para que cualquier miembro tuviese un lugar donde reunirse y en el que además vivió por un tiempo. Ahí lo asaltaron dos veces y lo tomó con tremendo buen humor. A mí me llamó mucho la atención que el tipo no era pose. Yo, ya cínica y escéptica por naturaleza, he aprendido a detectar a esas personas que posan de buenas y a veces uno hasta se la cree, pero eventualmente las máscaras caen. En el caso de Emmanuel, vi a un tipo convencido hasta la médula de los principios Scouts: deberes con Dios, deberes con la patria y deberes consigo mismo; es decir, relación con lo trascendental, relación con los demás, con el mundo y con la naturaleza y la relación con uno mismo en armonía. Con el paso de los años me enteré de una cantidad infinita de gente a través de la cual Emmanuel vivió esos principios: personas a las cuales ayudó en época de angustias económicas o de salud, chicos y chicas que encontraron en él un apoyo cuando su entorno familiar se volvía complicado, personas a las cuales auxilió para recibir tratamientos de rehabilitación de diferentes tipos, causas a las cuales se sumó desinteresadamente. Él, por supuesto, nunca alardeaba de nada, uno más bien se enteraba por testimonios al paso del tiempo. 

En uno de los cambios de sección de mis hijos, es decir, cuando por edad pasan de un grupito a otro, me tocó ir sola a comprar una camisola de color distinto a la tienda Scout que él manejaba. Me preguntó si yo formaba también parte del movimiento y yo, sintiéndome medio farsante, le dije que sí, pero que era nada más mamá scout. Él, muy serio, me dijo “¿Nada más?” y me empezó a decir lo importante y formativo de la labor de andar llevando y trayendo hijos, me habló de lo bien que hace sentir a los y las chavas saber que con incomodidades y todo, ahí están sus papás, enlodándose con ellos. Me dijo lo importante que era sentirse parte de una comunidad de personas unidas por algo más que los lazos de sangre y que les estábamos ayudando a nuestros hijos a entenderse a sí mismos a través de los otros. Me juró que esos años, estando con ellos, sin perdernos sus cambios, era algo que se llevarían hasta el final de los días y que nada, nunca, valdría más para todos nosotros, que estar mientras ellos crecieran. Me pidió aprovechar el privilegio de ser scout con ellos Ese día, Emmanuel casi me hace llorar.  Luego, me dio un abrazo y me regaló un nudo para mi pañoleta. Ha tenido razón en cada palabra. 

Emmanuel ha muerto a sus 89 años llevándose infinidad de recuerdos y el agradecimiento de muchos de nosotros. Su vida, larga y productiva, estuvo colmada de cielos estrellados, caminos lodosos, botas sucias e infinidad de pláticas en tiendas de campaña. Gracias, Emmanuel. Vete en paz. Fin de pista. 

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