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Familia y escuela

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Agosto 27, 2025 03:00 a.m.

A

Capítulo 281: Pensamiento convergente y divergente

Cuando hablamos del pensamiento convergente nos referimos a aquel en donde se tienen de manera unificada las mismas formas, ideas, pasos, etapas y procesos, llegando siempre al mismo fin y obteniendo los mismos resultados.

Por su parte el pensamiento divergente hace alusión a la diferencia, es decir, a las formas de elaborar ideas creativas, innovadoras y procesos que transitan por caminos distintos a los preestablecidos; se refiere a la creación y generación de productos fruto de la creatividad, el ingenio y, sobre todo, a la libertad para pensar sin ataduras ni lógicas que muestren de manera científica la verdad, porque para esta manera de pensar existen tantas verdades como posibilidades infinitas para imaginar mundos y realidades posibles.

Para muchos, estas dos formas de pensamiento son literalmente opuestas, dado que son colocadas y entendidas precisamente una frente a la otra en extremos distantes, incluso llegando a etiquetar a la primera como “lo correcto” y la segunda como algo negativo, erróneo, anárquico y en ocasiones hasta en el terreno de lo absurdo.

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El pensar convergentemente es acatar todos los pasos científicamente comprobados, a manera de la aplicación de un algoritmo, actuar con la lógica social y cultural establecida por la mayoría desde tiempos anteriores y acatar todas las reglas que, con razón o sin ella, han prevalecido y son sinónimo de seguridad. 

Lo anterior no es necesariamente malo, ni algo que vaya a perjudicar o causar alguna tragedia mayúscula o a alterar el estatus quo del desarrollo social de los grupos que la conforman; por el contrario, procura la unificación de ideas, comportamientos, acciones y la cosmovisión de las personas.

La educación y formación recibida desde familias, escuelas, medios de comunicación y en general todos los espacios de coexistencia social, funcionan bajo esta lógica de convergencia, considerando como un objetivo logrado con éxito el que todos actúen, piensen y desarrollen sus acciones de la misma forma; durante el mismo rango de tiempo y edad, aprendiendo lo mismo, de la misma forma, bajo el mismo plan, contenidos y métodos para corroborar que ha sido introducido en la mente de hijos y alumnos.

Cualquier parecido a alimentar con un programa cibernético a una computadora, aparato celular o cualquier plataforma o aplicación digital, no es mera coincidencia, sino un completo ejemplo de un paradigma de pensamiento convergente.

El punto es que se está unificando y uniformando a personas, todas ellas diferentes con micro contextos familiares, sociales, económicos y culturales específicos y distintos en cada caso; pero, además, siendo formadas y educadas sin darse cuenta que la cotidianidad y las distintas realidades las van a llevar a enfrentar situaciones que difícilmente se resolverán con fórmulas estáticas y que, requerirán invariablemente del pensamiento divergente y flexible para adaptarse y salir delante de cada experiencia. 

La manera de educar siguiendo este enfoque unificador, pierde de vista que la realidad, esa que prevalece afuera de las casas y de los planteles escolares, esa a la que a final de cuentas se enfrentarán tarde que temprano hijos y alumnos, no es convergente, ni mucho menos predecible y, sobre todo, que es cambiante y con un desplazamiento tan vertiginoso que, cuando se quiere aplicar los algoritmos y fórmulas aprendidas durante el proceso formativo, éstas quedan ampliamente rebasadas y desfasadas.

Por su parte, el pensamiento divergente llama, no a ser rebelde sin causa o a tener una anarquía sin sentido, más bien, otorga la libertad de buscar y crear caminos alternativos; esa libertad no solamente a la que tenemos derecho, sino la obligación de buscarla y ejercerla con responsabilidad, como actitud crítica ante todo lo que nuestro contexto y cotidianidad nos presente.

La libertad no se nos entrega en un paquete con instrucciones previas para su funcionamiento, se ejerce, valora, usa y aplica autónomamente; para el caso de ser libre educativa y formativamente hablando, remite directamente a pensar y crear nuestras propias ideas, generar proyectos, directrices y caminos que cada quien traza para conocer y aprender lo que cada persona necesite, quiera o simplemente tenga la curiosidad de saber.

El tener la oportunidad de ser formador y educador, como es el caso de padres de familia y maestros, implica el no solamente cumplir con planes y programas de estudio o hacer cumplir reglas familiares y sociales; nos lleva a fomentar en hijos y alumnos, la responsabilidad de aceptar su papel de actores en lugar de ser simples espectadores y reproductores de ideas, al crear las propias; pensar y proponer soluciones alternativas desde problemas cotidianos en el hogar hasta problemas matemáticos en la escuela.

Además, la divergencia nos realiza y conduce a buscar la propia personalidad al ponernos a prueba y reconocer nuestro potencial al descubrir, mostrar y poner en práctica todas las habilidades que somos capaces de desarrollar al confrontar las distintas realidades por las que pasamos.

De manera fundamental, el ser divergentes simplemente nos pone a pensar, pero creativa e innovadoramente en lugar de solo pedirle a la inteligencia artificial que lo haga y nos arrebate una de las más importantes facultades humanas; significaría entonces un frente en contra de la reducción de la característica más definitoria del ser humano.

Ambos tipos de pensamiento, a pesar de ser etiquetados como contradictorios y polarizados, debieran ser complementarios puesto que, en efecto, existen conocimientos, actitudes, costumbres y valores que deben ser convergentes para todos los grupos sociales, como es el caso de los avances médicos y promoción de la salud; avances tecnológicos para el bienestar social; la solidaridad, la paz, el respeto, la inclusión e igualdad, entre otros.

Pero al mismo tiempo, debemos estar conscientes que el futuro es incierto y como tal, no existe conocimiento total que lo abarque, por lo que la generación de una brecha divergente es necesaria educando para la incertidumbre, es decir, en lugar de temer a lo desconocido, Edgar Morin invita a cultivar una actitud de apertura, creatividad, flexibilidad y aprendizaje constante para: “…aprender a navegar en un océano de incertidumbre a través de archipiélagos de certeza”.                                              

                                                           Comentarios: gibarra@uaslp.mx