Mirador
En aquellos discípulos dijo el filósofo a su tiempo:
-Es bueno tener fe. Es bueno creer en Dios. Pero es muy malo ondear nuestras creencias como bandera amenazante y proclamar nuestra fue como pregón de charlatán. Eso hemos de dejarlo para los merolicos de las religiones, que cansan lo mismo a los hombres que al Señor.
-¿Qué debemos hacer entonces, maestro -le preguntaron los discípulos- para dar testimonio de nuestra fe?
-Hagan que se traduzca en obras buenas. La verdadera fe no necesita de palabras para mostrarse al mundo. Es pacífica, mansa y silenciosa. Ya sabemos que la fe sin las obras está muerta. Las muchas palabras, en vez de vivificarla, la matan aún más. Dejen que las obras manifiesten su amor al Dios en el que creen. Al ver esas obras buenas los demás también creerán.
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Los discípulos supieron que su maestro tenía razón y fueron a predicar sin palabras. Es decir, fueron a hacer el bien.
¡Hasta mañana!
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