Musk y Trump
El reciente episodio de la tragicómica expresión del estado que guarda la relación del gobierno estadounidense de Donald Trump con factores de poder económico, como el que representa el magnate Elon Musk, no tiene desperdicio en términos de revelar la naturaleza muy propia del tipo de relación Estado-capital en el contexto del agotamiento del neoliberalismo para responder a nuevos retos de sociabilidad, como el de la crisis medio-ambiental, por ejemplo, más allá de, simplemente, negar su existencia (como en el caso de Trump). El aparente rompimiento del presidente estadounidense con el poderoso financiero era previsible porque, de hecho, esa es una de las características de la relación Estado-capital, la de simular que el Estado está por encima de los intereses de facción para dizque garantizar los intereses de todos. Trump llamó “loco” a Musk y éste le respondió acusándolo de “malagradecido”, pero con independencia de si esas prendas personales de cada cual se corresponden con la realidad, incluso si se intercambian los adjetivos (uno más loco o más malagradecido que el otro), no son las que explicarían, de fondo, el curso de los acontecimientos.
En todo caso, ambos personajes comparten, entre otros objetivos, el adelgazamiento de la burocracia estatal, de allí que, como ya se había comentado antes en este espacio, Musk recibió del presidente… argentino Javier Milei, otro de los seguidores que comulgan con las ruedas de molino de ambos personajes, una motosierra como regalo para cortar cabezas y sugerir que entre menos burócratas menor necesidad de castigar con más impuestos a los más ricos; bajar entonces los impuestos a los más ricos pero sin incurrir en déficit público, sería un punto de contacto en el que se tocarían las visiones extremistas de derecha de Musk y Trump y para ello sirve la visión de ganar el Estado como botín político y compensar a colaboradores de campaña en puestos gubernamentales que van dejando los que son pasados a cuello por la motosierra que, supuestamente, adelgazaría a la burocracia. De allí que la temprana amenaza trumpista de ir por otro período gubernamental cuando apenas tiene unos meses en el actual, tiene asidero en la lógica de fortalecer al Partido Republicano premiando a sus seguidores para evitar que la lealtad le resulte más laxa que una goma de mascar.
En el fondo de la superficie, lo que se avizora es el fortalecimiento de un tipo de gobierno fascista que, endurecerá la política social y, por ello, adelanta el ensayo para contener la revuelta interna que se va incubando, lenta pero inexorable, antes de que pueda alcanzar un costo para la continuidad en el ejercicio del poder político y económico de los personeros del gran capital que, tanto Trump como Musk encarnan no por su carácter personal, sino por lo que representan sus corporaciones de negocios. Por lo pronto, la tecnología de Musk es un referente pretencioso para facilitar la deportación masiva de inmigrantes en cualquier parte del mundo, previo contrato de oneroso negocio. El tipo de Estado que se va impulsando para ese propósito es evidente: reprimir, de manera sofisticada, luchas sociales y derechos. ¿Peleados estos personajes? En la forma puede ser que sigan dando el espectáculo, en el fondo la alianza que une sus intereses es inevitable.