* Elección indeseada * Capital hundida
Este día, por fin, llega una elección impuesta desde el poder, con fallas de diseño enormes y sin el financiamiento necesario para atender todos sus aspectos. La elección de los nuevos integrantes de los poderes judiciales federal y en los estados se celebra hoy entre enormes dudas de la participación, o más bien, con la certeza de que será muy pobre la participación.
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Morena y sus satélites desoyeron todos los llamados a la cordura que les hicieron, desde la oposición, desde los mismos poderes, algunos aliados y ciudadanos que preveían no sólo que la separación de poderes quedara gravemente afectada, sino que quedara a merced de los partidos políticos e incluso del crimen organizado.
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Insistió con su proyecto, sin importar que no tuviera ni pies ni cabeza, dificultando en extremo al electorado la decisión y llevando al límite a la autoridad electoral, al tiempo que la ahorcaba financieramente.
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Los órganos electorales verán cómo se pone en riesgo el capital social duramente ganado durante años en una elección en la que, por diseño expreso, no puede garantizar su certeza.
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Quienes se oponen a esta elección, los que han decidido no votar e incluso extienden la invitación a no hacerlo tienen muchos elementos a su favor para justificarse.
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Son respetables sus argumentos, como también lo son los de quienes creen que el proceso es necesario y están dispuestos a sufragar.
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Y no han sido pocos, los que, en total desacuerdo con los propósitos de la elección judicial, participarán porque creen que, con todos los inconvenientes que tiene este proceso, es un ejercicio de democracia en el que debe participar la ciudadanía.
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Cualquiera que sea el resultado este domingo, marcará un punto de no retorno para la vida pública del país. Lo más probable es que sus consecuencias, por desgracia, sean negativas.
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Bastaron pocos minutos de lluvia para que la ciudad se volviera a desquiciar, con cierres viales, inundaciones, autos varados, centros comerciales anegados y, en general, un colapso casi generalizado.
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Las autoridades reiteran su caída en los mismos errores, al postergar las obras necesarias para desazolvar drenajes, limpiar alcantarillas, pero, sobre todo, diseñar una política de crecimiento urbano que sepa balancear los desarrollos, los negocios inmobiliarios y la necesidad de la ciudad de mantener zonas de recarga del acuífero que absorba el agua que ahora, por la excesiva pavimentación, rueda de la zona alta de la ciudad hacia el centro.
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Los capitalinos siguen pagando esos descuidos por las lecciones no aprendidas.