Horror evidente Enojos vanos
Si el asilo Santa Sofía, del cual ahora se descubren sus horrores y errores, estuvo funcionando de manera irregular durante tantos años, es porque las autoridades del ramo, estatales, municipales y federales, no cumplieron con su trabajo.
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Al igual que el caso del antro Rich, cuya sombra no deja de estar sobre el ayuntamiento y el gobierno del estado, la tragedia del Centro Especializado en la Salud Integral del Adulto mayor Santa Sofía Sociedad Civil, su nombre oficial, se debe en parte a la negligencia de las autoridades.
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Las autoridades de Protección Civil, si hubieran realizado la revisión regular de las instalaciones, seguramente detectarían las malas condiciones en que se mantenía la población.
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El DIF estatal tiene una Procuraduría de la Defensa de las Personas Adultas Mayores, que entre sus obligaciones está la de “prevenir y atender la violencia ejercida en contra de personas adultas mayores”. Es evidente que falló en esa tarea.
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Y eso que había indicios en la propia web, cómo las opiniones de varios usuarios sobre la pésima calidad de los servicios, los maltratos, las agresiones y otras deficiencias. Algunas datan de hace tres años.
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El horror estaba ahí, pero no quisieron o no pudieron verlo.
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A riesgo de echar a perder el humor de la titular de la Secretaría de Desarrollo Urbano, Vivienda y Obras Públicas (Seduvop), Leticia Vargas Tinajero, parece que las consecuencias de la falla estructural que afectó al puente del Periférico y la Calle 71 son más serias de lo que parece.
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Todo inició con la caída de una losa y el derrame de la tierra que rellenaba el interior del paso, pero ahora, a dos días de que se registró el incidente, ya hay maquinaría levantando el pavimento.
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Llama la atención que la demolición de lo ya construido se ubica desde el inicio del puente, a buena distancia de la losa caída, lo que implica que el daño podría ser más amplio a lo reconocido inicialmente.
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Desde luego que hablar sobre la falla de un proyecto estrella del gobierno gallardista puede causar el enojo de la funcionaria, y está muy en su derecho en expresarlo, como lo hizo en una entrevista reciente en la que, antes de que le hicieran alguna pregunta, advirtió que “no estoy de muy buen humor”; pero también debe saber que su estado de ánimo es irrelevante cuando se trata de la obligación de explicar cómo fue que una obra que costó 370 millones de pesos y se tardó mucho más del tiempo previsto en terminarse debe ser reparada a poco más de un año de que se entregó.
