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Delfines

Por Jorge Chessal Palau

Julio 07, 2025 03:00 a.m.

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En diversos textos y conferencias el filósofo Michel Foucault hace referencia al Estado Disciplinario, concebido como una forma de organización social en la que el Poder se ejerce a través de técnicas de vigilancia, normalización y adiestramiento, cuyo fin no es destruir o reprimir sino producir ciudadanos útiles, obedientes y eficientes; este Poder no se concentra en el Estado que, en realidad, lo centraliza, administra y lo extiende a través de diversas instituciones, como la escuela, la cárcel o el ejército.

En México, a partir de que López llegó a la presidencia, se ha venido edificando un Estado Disciplinario en un proceso en el que podemos identificar cinco etapas.

La primera, la fundacional, partió de la generación simbólica de ciertos elementos que sentaron las bases del proyecto: las conferencias mañaneras en las que la verdad (la verdad de la 4T, no la real) se producía por el líder, marcando una agenda emocional aderezada con regalos en efectivo, como los programas “Jóvenes construyendo el futuro”, pensiones universales y similares, recompensas de lealtad y sometimiento.

En la segunda, se siguió con la creación de una “guardia civil” con mandos militares, a quienes también entregó aduanas, puertos y obras estratégicas como el Tren Maya, el Aeropuerto internacional Felipe Ángeles (en realidad una “central avionera”) o el Corredor Interoceánico. También se desaparecieron fideicomisos públicos y bolsas autónomas de financiamiento a ciencia, cultura y derechos humanos, concentrando todo en las manos de la Tesorería de la Federación, manipulando presupuestos para eliminar resistencias y oposiciones.

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En una tercera etapa de consolidación, se dio continuidad a todo lo que ya se llevaba andado, además de crear un Padrón Nacional de Usuarios de Telefonía Celular que, finalmente le derribó la Suprema Corte de Justicia de la Nación, mediante el cual se buscaba el registro de huellas y biométricos de los usuarios (Foucault alucinaría, seguramente). A esto habría que agregar el aumento de la virulencia de los ataques presidenciales y la manipulación de la información, además de la tendencia muy clara de desgastar la imagen y trabajo de periodistas y comunicadores contrarios a López.

El cuarto paso fue recortar la estructura y presupuesto del Instituto Nacional Electoral y la infiltración de sus incondicionales, paralizar al Instituto Nacional de Acceso a la Información (INAI) mediante la abstención de los nombramientos de sus integrantes, hasta que, de nuevo, la Suprema Corte tuvo que venir a remediar el entuerto.

También aquí se inscribe la eliminación de contrapesos a través de la reforma judicial, la desaparición de órganos autónomos y la concentración centralizada de todas sus funciones, empelando una mayoría calificada en el Congreso de la Unión gracias a la docilidad del INE y del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

Hoy vivimos la quinta etapa, en la que se han hecho alrededor de dieciséis reformas fast-track para lograr el anhelado apoderamiento de huellas, iris y rostro de todos y cada uno de los ciudadanos mexicanos a través de lo que se llama “Llave MX” y CURP biométrica; se valida la geolocalización sin orden judicial en tiempo real y enlaza bases de datos federales, con el control pleno sobre los habitantes del país. Por supuesto que hay que sumar a esto la militarización plena, a través de las licencias militares para cargos públicos y la integración de la Guardia nacional a la Secretaría de la defensa Nacional.

La radicalización del “ellos y nosotros”, presente en cada uno de los momentos referidos de nuestra historia reciente es la cruel cereza del pastel que demuestra la delfinización de un sector de la ciudadanía mexicana.

Los delfines no son animales que sufran visiblemente: saltan y hacen piruetas, entrenados gracias al intercambio de sardinas. Como muchos aplaudidores de los transformistas por el temor al castigo o la dádiva.

Disciplina, a cambio de recompensa.

@jchessal