Familia y escuela Capítulo 263: Escribir nuestra historia y crear el destino personal
Se tiene claro para muchas personas que el destino se encuentra ya escrito y que, en este mismo sentido, la historia personal se va sucediendo y presentando cotidianamente como ese futuro ineluctable y como una sentencia que invariablemente se tiene que cumplir.
Tal parece que la educación y formación recibida en familias, escuelas y en espacios físicos o virtuales en donde se coexiste socialmente, generalmente se empeña en ratificar la sentencia anterior, dado que “envuelven” y dirigen a las futuras generaciones hacia el desempeño de un papel y rol “ideal”, con el convencimiento que, al representarlo fielmente, estarían encaminados hacia la propuesta en la que se supone tendrán asegurado el éxito.
Se ha planteado un destino y una historia lineal, tal cual, si fuera una línea recta, la que nunca tendrá variaciones o rupturas, curvas de ascenso o descenso, incluso puntos finales en plazos muy breves de haberla iniciado: “…naces, creces, haces caso a las indicaciones y normas impuestas en casa, estudias, tienes una pareja, profesión o un empleo; accedes a bienes: carro, celular, integras una familia propia, adquieres vivienda, pantalla inteligente de 80 pulgadas y así continúas hasta morir exitosamente”
Ese destino que se ha configurado para que sea vivido por cada persona, haciendo cumplir la historia de cada quien y de cada comunidad, es reforzado y corroborado hasta por indicadores macroeconómicos: para el 2024, el Centro de Estudios Espinosa Yglesias, afirmaba que de cada 4 mexicanos que nacían en la pobreza, es decir, un 75 %, morían en la misma condición, sin esperanzas de lograr ascender en la escala de movilidad social.
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Para el caso de las familias, la formación recibida en ellas lleva, por lo general, a intentar que sus miembros no pasen por situaciones que estén fuera de su control, lo que no se puede reprochar, porque en afán de asegurar un bienestar para ellos, encaminan sus pasos sobre senderos que, los papás, con la mejor de las intenciones, creen y tienen la convicción que es lo mejor, desde luego, repitiendo los esquemas que por generaciones han vivido o, por lo que dicta el bienestar común o el conglomerado social.
Lo anterior ha llevado a escribir la historia y afrontar el destino de miles de jóvenes, olvidando sus características y habilidades específicas al aceptar la imposición, compartida o no, del oficio, empleo o profesión que sus padres han desempeñado por años siendo contadores, médicos, mecánicos, comerciantes, maestros, políticos y hasta delincuentes con cuello blanco o con las manos manchadas de sangre.
Para el caso de la educación y formación oficial, en la mayoría de las escuelas, se lleva a cabo una enseñanza igualmente lineal, al entender a la calidad educativa como el vaciar “a granel”, si se puede comprensivamente en los alumnos, todos los contenidos que integran los planes y programas de estudio de manera íntegra, con innovaciones tecnológicas y en los tiempos estipulados en una planeación, corroborado este proceso con la obtención de una evaluación que demuestre la retención y el dominio de lo aprendido.
Con lo anterior, la persona, el niño, la niña, los jóvenes y hasta los maestros, están en una dinámica en donde, casi como una maquinaria o software especializado, desempeñan infaliblemente una función que conduce a cumplir el destino para el que fue creado, es decir, interpretar el libreto de la historia que fue escrito únicamente para que lo sigamos al pie de la letra.
Ya lo anticipaba Edgar Morin, al aclarar que la educación no es alguna receta mágica o algún algoritmo que da la seguridad en la vida al cursar o culminar algún grado escolar y declara que ésta no es una certeza para siempre y para todos los tiempos: “Todas las sociedades creen que la perpetuación de sus modelos se producirá de forma natural. (se requiere) …educar para la incertidumbre. …significa preparar a las personas para un mundo cambiante y complejo, donde la certeza es escasa y la adaptación es clave. Esto implica fomentar habilidades como el pensamiento crítico, la flexibilidad, la capacidad de aprender a lo largo de la vida y la empatía, así como comprender la interdependencia de los sistemas y la importancia de la complejidad”.
La población americana, específicamente la de origen latino, somos fruto de una gran mezcolanza, producto de un asombroso mestizaje que arroja diferencias notables entre sus pobladores; si volteamos a ver a aquellos con quienes convivimos a diario, nos daremos cuenta que nuestro aspecto físico es claramente diferente: tono de piel, complexión, rasgos y fisonomía, lo mismo que las diferencias de costumbres, cultura y forma de ver el destino y la vida.
Estas diferencias personales se aprecian aún dentro de cada familia y cada grupo escolar de cualquier nivel educativo; cada hijo, cada alumno, cada padre de familia y cada maestro es diferente y por consiguiente deberían tener la facultad y la habilidad de crear en libertad su propia historia y su propio destino.
Ante tales diferencias ¿por qué insistimos en plantear y fomentar un destino personal común y una escritura ya definida de la historia propia?
Entonces: la historia personal no está escrita de una vez y para siempre; la escribes tú, la escribimos todos, cada uno y a cada instante, en cada lugar y situación, siempre en constante movimiento y de manera diferente; de esta forma cada persona va creando su propio destino, cual si fuera el armar un rompecabezas de nuestras vidas, colocando pieza por pieza; en algunas ocasiones con dificultades para embonar una más, pero al acomodarla y observar nuestra imagen en esa obra, nos confirma y nos deja listos para seguir construyéndonos.
Se debe tener claro que la educación y formación recibida en familias y escuelas, no es la fórmula mágica, sino que debe entenderse como el otorgar y dotar las herramientas para que cada hijo y alumno pueda, por sí solo, construir y culminar su propio rompecabezas, como su historia y destino de vida.
Comentarios: gibarra@uaslp.mx