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Familia y escuela Capítulo 276: Pausa para pensar

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Julio 23, 2025 03:00 a.m.

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Desde que nacemos, el humano viene preparado para desarrollar las características que nos son comunes y que, al mismo tiempo, nos diferencian de las diferentes especies animales.

Tal es el caso del pensamiento, es decir, la capacidad de formar ideas, representaciones y asociaciones entre todas ellas, las cuales van evolucionando a la par de nuestro proceso de socialización, formación y educación que nos acompaña a lo largo de nuestra existencia.

De hecho, alguna de las definiciones considera al pensamiento como una de las actividades abstractas que realiza la mente y que consiste en formar ideas y representaciones de la realidad. La mente es un conjunto de capacidades cognitivas que permiten desarrollar la inteligencia y el intelecto, es decir, aprender, razonar, percibir, imaginar, tomar decisiones y comprender la realidad.

Como nos podemos dar cuenta, el pensar no es solamente una actividad más, sino que tiene tal importancia para el desarrollo del ser humano que, resulta impensable el suponerlo sin el desarrollo de esta habilidad; además de que es tan necesaria para su desenvolvimiento en sociedad que, al no tener un adecuado desarrollo, es decir, al no pensar o no pensar correctamente, además de no utilizar una de las funciones que nos caracteriza como humanos, traería acciones disfuncionales o antisociales.

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Sin embargo, está ocurriendo un fenómeno que tiene que ver con la modernidad y posmodernidad en el sentido de los avances de la ciencia y la tecnología, en donde se ha venido impregnando a todas las actividades desarrolladas socialmente de procesos mecanizados y dirigidos por automatizaciones dependientes de algoritmos y fórmulas precisas que de manera paulatina ha alejado la práctica del pensar y la reducción de los procedimientos manuales y falibles de las personas.

La aparición de calculadoras, computadoras, sistemas de comunicación, toda la serie de artefactos y accesorios incluidos en lo conocido como: “inteligencia de las cosas”, control de vialidad y seguridad, aparatos celulares y muchas tecnologías empleadas en hogares, procesos educativos, de gobernanza, viabilidad y más, todas ellas ostentando en su nombre el apellido de: “inteligentes”, llevando, al mismo tiempo que su innegable apoyo a la comodidad de las acciones sociales, el detrimento hacia la actividad del pensamiento, pues todo se logra solamente oprimiendo un botón.

La Inteligencia Artificial (IA) cual impacto fulminante, vino a dar un golpe definitivo de autoridad al brindar la herramienta de mayor peso para suplantar en los humanos el pensamiento como una de sus principales características, con todo lo que esto acarrea, puesto que al utilizar cualquiera de los chats y solicitarles todos los productos que se desean o necesiten, ésta, automáticamente los proporciona: una tarea, un ensayo o poema, un guion de obra de teatro, imagen, audio, video, en fin, todo lo que un humano pudiera pensar o imaginar, ahora al alcance de presionar una tecla.

Aunado a todo lo anterior, se impide un espacio o pausa para pensar por lo vertiginoso en que se ha convertido el desarrollo de todas las actividades cotidianas, generando estilos de vida con un apremiante y estresante ritmo, para dar cumplimiento a las acciones determinadas por límites de tiempo y formatos preestablecidos: semáforos, alarmas, horarios de inicio y término de labores, escuelas, oficinas, pagos y una interminable lista que genera el estar siempre alerta y atento a todo lo que sucede a nuestro rededor.

Distractores desde una cotidianidad que están presentes de manera alucinantemente rápida: luces, sonidos, carros, clima, personas apresuradas también, que, en su conjunto, impiden tomar una pausa para analizar y tomar decisiones de manera tranquila.

Amanece, abres los ojos, ves tu aparato celular, te aseas, almuerzas, ves tu celular, vas al trabajo o escuela, resuelves lo que se presente, ves tu celular, comes, sigues viendo tu celular y continuas con tus actividades vespertinas, llega la noche, cenas, te conectas a un televisor y sigues viendo tu celular, duermes y al día siguiente lo mismo y al siguiente igual.

Es vital, necesitamos una pausa para pensar, un momento, lugar y circunstancia que nos permita escaparnos de todas las características que nos plantea al mundo actual, con su ritmo acelerado y características tecnológicas, para obtener la libertad necesaria y volver a implementar nuestro propio pensamiento, desarrollando la cualidad de no escuchar o ver los distractores que “como canto de sirenas” nos ha hipnotizado y nos ordena que nos tiremos al mar, en este caso entre las olas de lo cotidiano.

Es cierto, con todo y lo que nos rodea seguimos siendo seres pensantes, sin embargo, nuestros propios instrumentos con sus sistemas educativos y formativos nos han encerrado en una dinámica en donde el asistir a una escuela o el recibir indicaciones en el seno familiar y los propios medios de comunicación y redes sociales nos dan ya todo resuelto, impidiéndonos pensar de manera original y personal; se tiene ya cómo divertirnos y hasta de qué reírnos, cómo vestirnos y que ecología personal adquirir, qué tendencias hay en el mundo y cómo unirnos a ellas, cómo resolver un problema, tarea, investigación y hasta suplantar la creatividad e innovación con la ayuda de la IA.

Tenemos entonces un atraco al pensamiento de las personas, ha sido secuestrado y se le obliga a funcionar con los parámetros que se “inyectan” en cada mente, volviendo el pensar en una aplicación cibernética más, que debe obedecer a una fórmula o algoritmo, en búsqueda de “likes”, usando los diferentes perfiles que se ostentan mostrando el cuerpo o alguna característica física que guste e impacte en los demás; incluso hasta el elegir pareja se ha vuelto un sistema cibernético que mezcla variables y organiza encuentros y para aquellos que no la obtuvieron, tienen con quien conversar y empatizar con alguna pareja virtual.

Es fundamental que la educación y formación recibida en escuelas, familias y medios de comunicación muestren, enseñen y fomenten el buscar y tener una pausa para pensar, pero pensar en libertad, lo que se desee imaginar sin presiones ni miedo a ser descubierto, no importando lo cursi o ilógico que resulte porque es tuyo y otorga la confianza, estima y afirmación de tu persona; tu esencia, origen, presente y futuro.

Así es, el darse una pausa para volver a pensar libre, resulta ser algo tan importante como el reafirmarnos como personas en su sentido más amplio e integral, en contra de la mecanización y conformación de una legión de robots.

Pausa para pensar: al menos cinco minutos, en el momento y lugar que mejor nos acomode, respirar despacio, profundo y relajado; después, dejar libre el pensamiento, que se vaya a donde quiera, sin ataduras ni límites, de forma tal que cuando voltee a ver de dónde salió, te aprecie como esa persona que puede seguir adelante, resolviendo todo lo que se presente.

Comentarios: gibarra@uaslp.mx