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¿Laicismo en demolición?

Por Ignacio Morales Lechuga

Septiembre 06, 2025 03:00 a.m.

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En el pleno de la Corte, se quema copal en braseros y los ministros alzan las manos en plegaria al “universo cósmico” y le piden “a Quetzalcóatl, gran dador de vida… que guíe nuestros pasos y nuestro pensamiento”.

Dichas por quienes deben velar por la Constitución, estas invocaciones no son historia ni folklore, sino pública liturgia, creencia, profesión de fe y religión.

Asistimos el 1 de septiembre al nacimiento oficial de una Corte suprema que, en el mejor de los casos, confunde la neutralidad necesaria del Estado mexicano, con el patrimonio cultural.

La guerra política, cultural y jurídica que rodeó la gestación las leyes de Reforma dio lugar a un Estado laico concebido como trinchera inexpugnable, al grado de sumir a México en la violencia de la guerra cristera durante la presidencia de Plutarco Elías Calles. No deberíamos olvidar que laicismo mexicano nació también con sangre.

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En 1992, muchas décadas después de interpretar la neutralidad como obsesión y considerar herejía la reconciliación con el Vaticano, Carlos Salinas de Gortari, (sin devolver fueros ni privilegios a la iglesia) otorgó un espacio civil y personalidad jurídica a las asociaciones religiosas y restableció la relación con la Santa Sede.

La reacción de la izquierda que vio en esto una claudicación fue feroz. Hoy el morenismo hegemómico, trepado en los vestigios de Cuicuilco, festeja como espectáculo de “Luz y Sonido” una ceremonia de ministros de la SCJN empuñando un bastón de mando, (de hecho, un símbolo colonial que la población cuicuilca no utilizó jamás).

La ironía queda como una bofetada helada. En el país que llegó a fusilar a católicos en nombre de la laicidad, se aplaude hoy a la serpiente emplumada en nombre de la inclusión, en supuesto “homenaje a cosmovisiones vivas” con irrespetuoso guión y ceremonial de cartón piedra.

De los 192 países que integran las Naciones Unidas, ONU, 160 se han establecido como Estados laicos, esto es, más del 80 %.

La laicidad como elemento propio de los estados democráticos ha sido estudiada por notables polítólogos y pensadores de la talla de Norberto Bobbio, Miguel Angel Bovero, Emile Poulat, Daniel Gamper, Paul Cliteur y el mexicano Roberto Blancarte, quienes la consideran como marco que asegura equidad moral y un pilar para la pluralidad y las libertades, más allá de una religión en particular o factor de influencia sobre el funcionamiento del Estado.

El laicismo constitucional no adnite performancias de sotanas contra penachos ni de Roma contra Tenochtitlán. Laicismo significa blindar al poder de cualquier credo, porque la Constitución es un pacto civil, no UN altar ni códice místico.

Los jueces no hablan en nombre de ninguna divinidad, ni los tribunales pueden aspirar a dar o quitar bendiciones desde alguna cosmovisión particular, so pena de destruir la neutralidad que dicen proteger.

Ante lo que vimos el día inaugural de la Suprema Corte y lo que ello anticipa, cabe la pregunta: ¿Y mañana qué sigue? ¿El Tribunal Electoral jurando lealtad a Tláloc para asegurar una copiosa lluvia de votos?