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Racismo

Por José Santos Zavala

Agosto 27, 2025 03:00 a.m.

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El fenómeno de las “Ladies” y “Lords” en México ha surgido como una representación mediática de conductas antisociales expresadas en redes sociales. Entre estos, el caso #LadyRacista sobresale porque pone en evidencia prácticas discriminatorias persistentes en la sociedad mexicana. En los videos que viralizan la figura de #LadyRacista, la expresión implica una afirmación central: ciertos grupos “inferiores” deben ser tratados con desdén o exclusión. Esta frase suele estar acompañada de prejuicios: la apariencia física, el acento o la pertenencia a un grupo social y económicamente inferior de quien la expresa. Lo que subyace en ella, no expresada, pero evidente, son las jerarquías raciales y de clase naturalizadas y reforzadas históricamente en la cultura mexicana.

El racismo expresado en el #LadyRacista tiene múltiples raíces, en primer lugar, herencia colonial: México arrastra desde la colonia la imposición de una jerarquía racializada, donde los tonos de piel y apellidos determinan socialmente el acceso a derechos y el prestigio. En segundo lugar, estructura socioeconómica: la pobreza y la marginación se han vinculado frecuentemente con la pertenencia étnica. En el imaginario dominante, los pueblos indígenas y personas de piel morena suelen asociarse a estratos laborales bajos y escaso capital cultural. En tercer lugar, en los medios de comunicación: Los discursos mediáticos y la publicidad han reproducido históricamente estereotipos que refuerzan la idea de una “blanquitud” aspiracional y la exotización o burla de lo indígena y afrodescendiente. Además, existe una escasa efectividad de las leyes antidiscriminatorias, que permite que actos racistas no sean debidamente condenados ni penalizados, dejando el castigo social como único mecanismo de sanción.

Las consecuencias del comportamiento de #LadyRacista pueden analizarse en términos individuales y colectivos, tanto inmediatas como de largo plazo: 1) consecuencias personales: La rápida viralización puede generar un efecto de repudio social, pérdida de oportunidades laborales, o estigmatización pública de la persona protagonista. Sin embargo, en ocasiones también produce impunidad o incluso capitalización mediática de la notoriedad. 2) impacto colectivo: El fenómeno visibiliza, pero también normaliza, la discriminación cotidiana. Puede generar mayor conciencia social respecto al racismo estructural, motivar debates públicos y demandas de acción legal. No obstante, también puede minimizar la discusión si se reduce a la cultura de la “burla digital” sin transformación estructural. Pero, sin duda que el castigo social puede reforzar el pacto social antirracista, pero su carácter circunstancial y sensacionalista a veces obstaculiza la búsqueda de soluciones profundas y integrales.

En el caso #LadyRacista, la justificación de “superioridad racial” no soporta el examen racional ni moral. Diversos estudios históricos, sociológicos y antropológicos refutan cualquier base científica para la jerarquización racial. Las garantías implícitas (suposiciones sobre superioridad/inferioridad) carecen de legitimidad ética y jurídica en el México contemporáneo. Las estadísticas de discriminación, los informes de derechos humanos, y los pronunciamientos de organismos internacionales resaltan tanto la prevalencia del racismo como la urgencia de políticas públicas transversales para combatirlo. Aunque, algunos defensores de la “libertad de expresión” argumentan que episodios como #LadyRacista son simples manifestaciones individuales sin trascendencia social. Sin embargo, la evidencia apunta al carácter estructural del racismo, reflejado en la discriminación constante en ámbitos como educación, salud y empleo. Minimizar estos episodios perpetúa el ciclo de violencia simbólica y material.

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Desde las políticas públicas, la exposición mediática del fenómeno debe ser punto de partida para acciones integrales como son: educación antirracista desde el nivel básico, así como campañas de sensibilización en medios de comunicación y redes sociales, que lleguen a toda la sociedad en su conjunto. Además, se requiere una reforma legal que agilice la denuncia y sanción de actos discriminatorios. También la creación de espacios para la promoción de acciones y liderazgos indígenas, afromexicanos en la esfera pública y de todos aquellos sectores sociales tradicionalmente discriminados en la escuela, el trabajo, medios de comunicación y espacio público.  

En conclusión, el análisis del #LadyRacista revela cómo los discursos discriminatorios encuentran profundas raíces en estructuras históricas, institucionales y culturales. Sus consecuencias trascienden lo individual, pues reproducen o desafían patrones de exclusión social, muy comunes en México. La superación de este fenómeno requiere ir más allá de la condena digital y apostar por políticas públicas multidimensionales, orientadas a modificar comportamientos, que apunten a la equidad racial, el reconocimiento de la diversidad, pero sobre todo al respeto a la dignidad humana. Próxima colaboración: 10 de septiembre de 2025.

@jszslp