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Tiranía

Por Jorge Chessal Palau

Julio 14, 2025 03:00 a.m.

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Todo mundo repudia la corrupción; todas las voces sin excepción se elevan clamando por un país más justo y, sin embargo, los corruptos siguen ganado elecciones. Una y otra vez, como si los votos fueran un premio merecido.

¿Qué es lo que falla, el sistema o los ciudadanos? Desde la antigua Grecia nos llega la voz clara y fuerte de Platón: el problema no son los políticos corruptos sino los ciudadanos que los eligen. Para este pensador, el Estado no es otra cosa que el reflejo del alma colectiva. Si el gobernante es mezquino, mentiroso o tiránico es porque el pueblo también lo es, en alguna medida.

En su obra “La República”, Platón advierte que la democracia, llevada al exceso, se autodestruye, pues en un afán de igualdad plena, los ciudadanos dejan de respetar a la autoridad, las leyes y, por supuesto, los valores éticos. Y es ahí, cuando el desorden se vuelve insoportable, aparece el tirano como aparente salvador.

Así lo dice Platón, en el capítulo VIII: “Cuando un Estado democrático, sediento de libertad, cae bajo la influencia de malos copistas de la libertad, y se embriaga más allá de lo debido, castiga incluso a quienes intentan moderarla, como si fueran enemigos. De esta manera, en su afán por no tener ningún amo, termina cayendo bajo el yugo del más absoluto y cruel de los amos. Así, la excesiva libertad, tanto en los particulares como en el Estado, no termina en otra cosa más que en esclavitud.”

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Y el tirano llega con aplausos. Recordemos aquella frase vertida en la saga cinematográfica Star Wars por el personaje de Padme Amidala cuando se proclama el imperio: “Así es como muere la libertad, en medio de un fuerte aplauso”.

Platón lo refiere en “La República” con una poderosa y clara metáfora: “Figúrate que en una nave o en varias ocurre algo así como lo que voy a decirte: hay un patrón más corpulento y fuerte que todos los demás de la nave, pero un poco sordo, otro tanto corto de vista y con conocimientos náuticos parejos de su vista y de su oído; los marineros están en reyerta unos con otros por llevar el timón, creyendo cada uno de ellos que debe regirlo sin haber aprendido jamás el arte del timonel ni poder señalar quién fue su maestro ni el tiempo en que lo estudió, antes bien, aseguran que no es cosa de estudio y, lo que es más, se muestran dispuestos a hacer pedazos al que diga que lo es.” 

Un timonel de elección popular, igual que los jueces de los transformistas: no cuentan los méritos sino las promesas, por muy vacías que resulten. Dice igualmente Platón una muy triste verdad, cuando afirma que el pueblo elige no al capaz sino a quien más lo halaga.

¿Somos los ciudadanos inocentes? ¿Somos víctimas de una clase perversa, sin culpa? No del todo. En su diálogo “Gorgias”, Platón afirma que quien consiente el mal, participa de él. Por eso, no basta decir “yo no robé” si se vota en la elección por el ladrón; si lo justificas porque “los otros también lo hacen”, se llama complicidad. La corrupción no empieza con el funcionario sobornado; arranca cuando el ciudadano cierra los ojos, justifica el abuso o lo trivializa en memes. 

Y la corrupción es el campo fértil de la tiranía. Veamos lo que escribió en el siglo XV Girolamo Savonarola: “Asimismo, el tirano es pésimo en cuanto al gobierno, respecto del cual principalmente atiende a tres cosas. Primero, que los súbditos no comprendan cosa alguna acerca del gobierno, o poquísimas y de poca importancia, para que no conozcan sus maldades. Segundo, busca crear discordia entre los ciudadanos, […] puesto que el tirano favorece a una de las facciones, que tiene sometida a la otra y fortalece al tirano. Tercero, busca siempre desacreditar a los poderosos, para adquirir seguridad, […], mantiene a los hombres sabios en baja estima y los desprecia para quitarles fama, para que nadie los siga: no quiere tener a los ciudadanos como compañeros sino como siervos…”

Desde el pasado lejano, así describen nuestro presente nacional, casi como testigos presenciales.

@jchessal