Kafkiana seguridad
“Destinar a la guerra hombres que tienen algo que perder era un error, para su ejército buscó seres incompletos, con algún desgarro
por dentro, ávidos por hacer sentir su presencia en el mundo…”.
“El Hombre”. Guillermo Arriaga.
“Pasan dos patrullas tipo pick-up en recorrido de “vigilancia” en el centro histórico, policías con armas largas y cubiertos del rostro con pasamontañas, una de ellas de la Policía Municipal y la otra de la Guardia Nacional, once de la mañana, después de almorzar unas (gorditas)”.
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Sospecho, que la seguridad pública sigue siendo concebida como del siglo pasado, en su forma más primitiva y de una lógica casi inofensiva de pensar y repensar la inseguridad, la violencia, con la nostálgica y estrecha apariencia de la mera “presencia policial” per-se, para la supuesta contención de conductas delictivas, con una pronta huida de bandidos y cacos.
La inseguridad y la violencia desde hace ya mucho tiempo tienen otro matiz, otras formas de interacción con la sociedad, se ven y se perciben indiferentes, -así es y ni modo, que se la va a hacer, ojalá y no te toque, que mala suerte que lo hayan asesinado, de seguro andaba en malos pasos o estaba en el momento y en lugar equivocado, así es México, ni modo-.
Los bandidos con su producto de inseguridad y brutal violencia, se adaptó a los tiempos y las oportunidades trienales y sexenales, se metamorfoseó en formas nada sofisticadas, pero si eficaces. Coopto a los gobiernos, políticos y a sus “funcionarios públicos”, su avituallamiento delictivo estaba ahí, era solo cuestión de tomarlo: policías, patrullas, uniformes, armas, sistemas de comunicación, centros de control y computo, horarios, recorridos, ministerios públicos, jueces, militares, curules, uno que otro marino y la cereza en el pastel, una nueva Guardia Nacional despistada y sin control.
Los bandidos alcanzaron, un control y dominación desde las propias entrañas del Estado, modificando las formas de entender el delito y la seguridad (pública, interna o nacional), con plausibles cambios operacionales en las últimas décadas. No fueron permutaciones homogéneas a nivel nacional, pero a nivel regional si, los tiempos políticos, así como sus traspases democráticos contribuyeron en forma notable al posicionamiento y control del crimen organizado.
Las respuestas institucionales actuales -donde las haya-, relaciones, adaptaciones a la metamorfosis de la violencia y la inseguridad, no revelará cambios más o menos aceptables y percepciones en el espacio social, menos a nivel internacional.
TAPANCO: No se puede tener cambios medulares en inseguridad y violencia, sin transformaciones institucionales de gran calado, no es el hombre o la mujer (no hay superhéroes, ni heroínas, ni iluminados, ni sheriffs con placa de oro, ni comisarios de acero), al frente de la seguridad y las fiscalías; son las instituciones que están colapsadas, tienen nata criminal, mastodontes burocráticos puestos al mejor postor.
El país está sobre diagnosticado criminalmente hablando, las estadísticas ahí están, cuchareadas o no, cada estado, municipio, comunidad y ranchería, sabe lo que le duele y lo peor, sabe quien le provocó el dolor. Toda transformación, así como sus respuestas en seguridad y orden, pasan necesariamente por desmantelar el control institucional, el caso Tabasco es emblemático, pero, hay muchos más “Tabascos”.
X @franciscosoni
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