Todos pierden
No soy, ni pretendo ser, especialista en Medio Oriente. Tampoco soy experta en conflictos bélicos. Lo que sí soy, es habitante de este planeta que, desde el fin de semana pasado, es un lugar menos seguro, un espacio donde en pocas horas, ha ganado terreno el miedo.
Hace cinco años, en el 2020, se calculó que solamente sobrevivían un 2% de las personas que habían prestado servicio en la Segunda Guerra Mundial. Seguramente ese porcentaje se ha visto drásticamente disminuido hoy en día. Me pregunto si el hecho de que ya no estén aquellos que vivieron los terrores de la guerra, que ya no suenen sus historias, que ya no tengamos sus testimonios de primera voz, haga que se nos olvide que las guerras no son juego. Pero luego, contesto que no. Todavía una generación arriba de mí, la de los Boomers, tiene viva la voz para recordar a Vietnam. Entonces ¿qué es lo que nos ha impedido aprender que en las guerras nadie gana?
Al terminar cualquier guerra hay un evidente rastro de destrucción que acarrea gastos brutales. Reconstrucciones de ciudades enteras, desplazamientos de migrantes con la consabida necesidad de alojarlos, alimentarlos, cuidarlos y curarlos. Hay también pérdidas económicas debido a sectores productivos que se ven obligados a parar por completo. La guerra, se dice, es un negocio. Pero es uno de muy pocos. El resto del mundo, los habitantes comunes, sufren pérdidas de empleo, falta de servicios, problemas de salud. Después de cada guerra, los embates a la salud mental son terribles. Luego de Vietnam, por ejemplo, se identificaron rápidamente personas sufriendo Trastornos de Estrés Postraumático (TEPT), ansiedad, depresión, falta de empatía, dificultad para adaptarse a la nueva vida. Muchas personas no pudieron resistirlo y se quitaron la vida. Para otros, los que se habían quedado, no hubo vuelta atrás. Hubo muchas familias que se desintegraron, porque a veces el amor no alcanza.
De los aprendizajes de las guerras pasadas obtuvimos a las Naciones Unidas, un empuje enorme a la Diplomacia y a las Ciencias Políticas. Se replantearon los Derechos Humanos y s e subió la medida en aquellos derechos mínimos para cualquier persona en zona de conflicto. Se lograron ciertos entendimientos ideológicos, se avanzó en la tolerancia y el diálogo razonado. Se pusieron sobre la mesa las discrepancias y se llegaron a puntos medios.
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Mafalda en una de sus viñetas se para sobre una sillita y desde ahí hace un llamado a la paz mundial y yo hoy, desde mi pequeña esquina en este periódico con Pulso hago lo mismo, esperando que en alguien quepa la sensatez, que algunos entiendan la magnitud de lo que enfrentaríamos y que podamos, de alguna manera, entender que en esto, nadie va a ganar.