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SI LA VIDA

cale agundis

Por Redacción

Septiembre 13, 2025 03:00 a.m.

A

Si la vida tuviera un corazón, sería algo salvaje: rojo, cubierto de raíces, descalzo, con arena y olor a mar o a tierra recién andada. Pensé en ello recostada en un camastro, con un coco lleno de ron entre las manos, sintiendo una felicidad serena, casi suspendida, como la brisa o el olvido. Estaba lejos de todo, y por primera vez, me pareció entender ese corazón salvaje del que hablaba Clarice Lispector. Latía dentro de mí, entre las olas y el ron que adormecía mis pensamientos, borrando suavemente la tristeza. Sonreía mientras el mar alcanzaba mis pies. El cielo y el océano se fundían en un horizonte inmenso, como una promesa sin palabras. Jugaba con el popote del coco y pensé en papá, que seguramente me reprocharía estar ahí, tirada al sol, sin avisar a nadie. Él siempre decía que debía hacerlo, como si el acto de informar mi paradero me atara al mundo. Pero hacía tiempo que había dejado de avisar. A veces solo se necesita desaparecer. No del mapa, sino del ruido.

Papá decía que para eso existía la eternidad: para descansar, incluso de uno mismo. Me pregunto si allá habrá cocos con ron, mensajes de mamá perdidos o de mi hijo. Pero no lo creo. Allá, imagino, solo hay silencio. No el de esta playa, sino el silencio absoluto, el del adiós definitivo.

Por eso bebo el ron despacio, como quien acaricia un recuerdo que ya no duele, pero aún pesa. Porque mientras el mar respira y el sol se apaga sobre mi piel, entiendo que la vida no quiere ser entendida, solo sentida. Y hoy, por fin, la siento: libre, efímera, como un suspiro que se pierde en las olas, justo antes de volverse silencio.