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Gaza, crisis humanitaria y racionalidades cruzadas

Por Mauricio Meschoulam

Agosto 02, 2025 03:00 a.m.

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La guerra entre Israel y Hamás se acerca ya a los 22 meses. Las negociaciones para un alto al fuego permanecen estancadas. Netanyahu continúa hablando de una “victoria total”; Hamás mantiene a unos 50 rehenes (más de la mitad, se presume, ha muerto); y la población de Gaza sufre una crisis humanitaria difícil de describir. Las muertes civiles incluyen ya casos por hambre. ¿Cómo interpretar lo que ocurre y la racionalidad que guía hoy a cada actor?

1. En su última etapa, la administración Biden, en coordinación con el negociador especial de Trump, logró pactar un cese al fuego justo antes de que Trump asumiera el cargo. La tregua estaba estructurada en tres fases y colapsó tras la primera.

2. Durante esa breve tregua, se manifestaron tres factores clave. Primero, Hamás la utilizó para proyectar un mensaje de resistencia con un claro propósito psicológico y político: mostrarse como una fuerza aún capaz. Segundo, diversos sectores extremos dentro de la coalición que sostiene a Netanyahu presionaron para no continuarla. Tercero, Netanyahu interpretó las señales de Trump como un cheque en blanco para escalar. La combinación de esos tres elementos moldeó su racionalidad.

3. En su apuesta por una victoria total —entendida como el desarme y exilio de Hamás—, Netanyahu optó por desoír tres tipos de advertencias: (a) las militares, que sostenían que ya no había mucho más que ganar escalando la fuerza; (b) las que alertaban que sólo mediante negociación podrían liberarse más rehenes, pues la presión militar fortalecía políticamente a Hamás al agravar la crisis humanitaria y aumentar la presión internacional para su supervivencia; y (c) las que advertían que, conforme creciera la ofensiva bajo condiciones de bloqueo, también crecerían las acusaciones de crímenes de guerra y el aislamiento diplomático de Israel.

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4. Al final, Israel intensificó su campaña sobre Gaza a niveles no vistos en meses. A la muerte indiscriminada de civiles se sumó un bloqueo casi total de alimentos, lo que ha derivado en un aumento de muertes por inanición. Pero para comprender este rompecabezas, hay que intentar entender las racionalidades que operan en algunos actores clave.

5. Tras una campaña militar sin precedentes, la pérdida de buena parte de su liderazgo, su arsenal y combatientes, y tras múltiples rondas de negociación, Hamás no ha moderado su postura. Por el contrario, se ha radicalizado. En su interpretación, mientras más tiempo pase y más aumente la crisis humanitaria, más países respaldarán el reconocimiento del Estado Palestino y aumentará el aislamiento internacional de Israel. Desde esa lógica, Hamás no tendría razones para liberar a los últimos rehenes con vida, salvo que su entrega garantice la supervivencia del grupo.

6. Netanyahu, por su parte, no puede aceptar públicamente lo que Hamás exige, pues hacerlo equivaldría a admitir que siempre estuvo equivocado. Desde su óptica, solo la entrega total de los rehenes, el desarme completo y el exilio de Hamás podrían constituir una alternativa viable a la victoria militar. Los objetivos de Netanyahu contrastan, sin embargo, con lo que el ejército israelí argumenta desde 2024. La cúpula militar estima que la organización está ya suficientemente debilitada como para contenerla, similar a lo que sucede con Hezbollah en el norte. Según el ejército, un tercio de sus éxitos contra Hezbollah se han logrado en periodos de calma, lo que pone en entredicho la narrativa de quienes sostienen que concluir la guerra en Gaza afectaría negativamente la capacidad de Israel para debilitar a Hamás.

Quizá sólo la influencia de Trump, si decide ejercerla con eficacia, podría mover algunos de los factores que menciono.

Instagram: @mauriciomesch