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La misma historia

Por Miguel Ángel Hernández Calvillo

Junio 24, 2025 03:00 a.m.

A

La guerra que se libra en Medio Oriente es imperialista. No puede ser tenida de otra manera. Además, es la misma gata revolcada que antes se ha conocido y padecido. Sabido es, y experimentado está, que lo que mueve al capital en su etapa imperialista es producir plus-valor que se traduce en ganancia, así sea mediante la producción de mercancías utilizadas para la destrucción y la muerte, como es el caso de las armas, sin importar que a eso pueda seguir una espiral de violencia y tráfico internacional difícil de contener. El argumento de la posesión de armas nucleares o de destrucción masiva, en manos de presuntos dictadores que pueden poner en riesgo la paz… en regiones estratégicas para los intereses de gobiernos como el estadounidense, ya es más que conocido y basta recordar el caso de Irak y Saddam Hussein. 

Antes fue la contención de potencias competidoras como la URSS en Afganistán -junto con la célebre guerra de guerrillas en ese país que hasta se plasmó en una de las películas de la saga del agente Rambo, así fuera que, años después, cuando el ataque a las Torres Gemelas de la ciudad de Nueva York, Osama Bin Laden, otrora héroe de la resistencia afgana para los gringos, se convirtiera en la pieza objetivo de caza-. Cuando desapareció la URSS, se reinventó la lógica de intervención, pero la historicidad de su génesis y consecuencia siguió siendo la misma. En suma, la constante es la intervención estadounidense para garantizar cuestiones como “la democracia liberal”, sea de manera directa o a través de terceros, pero el fondo del asunto es garantizar los intereses políticos de ciertas élites gobernantes y los intereses económicos de grandes corporaciones capitalistas, la geopolítica pues.  

Cuando se tuvo la segunda intervención estadounidense en Afganistán, después del 11 de septiembre de 2001, contra el gobierno Talibán al que se acusaba de estar detrás de los ataques a las Torres Gemelas, sobrevino una política de endurecimiento en el frente interno que limitaría la vida privada de los ciudadanos y el ejercicio de sus derechos humanos, so pretexto de resistir el “terrorismo” externo, enfocando las baterías en… inmigrantes no reconocidos como ciudadanos legítimamente establecidos en Estados Unidos.

Cuando se desató la persecución contra el gobierno del Irak, en 2003, igualmente sobrevino una escalada de violación sistemática de derechos humanos y la imagen que más se ha quedado grabada en el recuerdo es la de los abusos y tortura en la prisión de Abu Ghraib y en Guantánamo.

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El punto es, entonces, avizorar que la actual intervención estadounidense en la denominada, por Donald Trump, como “guerra de los 12 días” entre Israel e Irán, obedece a la misma lógica de origen y consecuencias que se suceden con ese tipo de intervencionismo estadounidense: pretextos de orden político para salvaguardar intereses económicos y consecuencias de violentar la legalidad, tanto en el frente externo como interno de ese país, para limitar el ejercicio de las libertades y de los derechos de personas y pueblos, guerra imperialista, pues.