Respirar veneno mientras bailamos con luces de colores
San Luis Potosí tiene una tragedia en marcha: el aire que respiramos. No es una metáfora. Es un hecho brutal, documentado, que cada día se agrava. Mientras el humo de las ladrilleras, los escapes de los camiones y la quema indiscriminada de basura tiñen de gris la atmósfera, la Secretaría de Ecología y Gestión Ambiental (SEGAM) tiene la desfachatez de declarar en una entrevista radiofónica matutina que “no hay proyecto para instalar más casetas de monitoreo de calidad del aire”. Y ¿dónde están los recursos del impuesto ecológico? … ¿Ya se los robó la administración estatal?.
El mensaje es claro: a la autoridad le importa un carajo saber qué respiramos. Prefieren la comodidad de la ceguera, porque lo que no se mide, no existe, y lo que no existe, no se atiende.
En 2019, con ciudadanos organizados en Cambio de Ruta, promovimos un amparo (expediente 793/2019) para obligar al Estado a monitorear las partículas PM2.5. La sentencia fue contundente: no solo la SEGAM debía medirlas, también el Gobernador tenía que supervisar y la Secretaría de Salud implementar la norma NOM-025-SSA1-2014. Era, en palabras judiciales, una orden clara de cuidar la salud pública.
¿Y qué ha pasado desde entonces? Nada. Se han burlado de la sentencia, de la ley y de la gente. Seguimos respirando partículas microscópicas cargadas de metales pesados y hollín, que atraviesan los pulmones y llegan al torrente sanguíneo. Niños, mujeres embarazadas, ancianos: todos expuestos a un veneno invisible que causa asma, cáncer, infartos y muertes prematuras.
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El 23 de mayo de 2024, lo dijimos claro: la salud de 1.2 millones de potosinos está en juego. Amanecimos con smog, con columnas de humo de ladrilleras, y con la AppAire del gobierno completamente muerta, sin reportar datos y sin funcionar hasta la fecha. Ni en los peores tiempos de la “herencia maldita” se había visto algo semejante. La omisión es escandalosa: no informar, no medir, no prevenir.
Pero lo grotesco es la contradicción: para conciertos, ferias y circo gubernamental sí hay presupuesto. Para montar escenarios millonarios, traer artistas, colgar pantallas gigantes, derrochar en luces y fuegos artificiales… para eso sí hay recursos. Pero para salvar vidas con un monitoreo serio, no.
¿En qué momento se volvió aceptable que un gobierno prefiera comprar aplausos que garantizar respiros?
Los municipios fingen que el problema es de SEGAM; la SEGAM finge que el problema es de los municipios. Mientras tanto, las ladrilleras funcionan a plena vista, arrojando columnas de humo negro, quemando basura, llantas y plásticos. Los autos y camiones saturan de dióxido de nitrógeno y ozono nuestras calles.
Y lo más grave: no hay datos confiables. Sin estaciones, sin mediciones, sin información. El ciudadano común no puede saber qué calidad de aire respira. La ignorancia oficial es la mejor coartada de la inacción.
En contraste, la ciudadanía se organiza. Hemos aprendido que si los gobiernos callan, la sociedad grita. Que si las autoridades se hacen cómplices por omisión, toca a los ciudadanos ejercer desobediencia civil, exigir transparencia y demandar justicia ambiental.
En San Luis Potosí lo hemos hecho. Amparos, denuncias, campañas digitales, cartas públicas. Y seguiremos, porque el aire no es un lujo, es un derecho humano.
Cada niño con bronquitis recurrente, cada abuelo con insuficiencia respiratoria, cada mujer embarazada expuesta a partículas que afectan al feto… cada caso de cáncer asociado a la contaminación es una sentencia de muerte dictada no por la naturaleza, sino por la negligencia del Estado.
Los potosinos no necesitamos conciertos ni luces de colores. Necesitamos aire limpio. Necesitamos estaciones de monitoreo, políticas públicas reales, transparencia en los datos y sanciones ejemplares a quienes contaminan.
Si el gobierno insiste en darnos circo mientras respiramos veneno, entonces nosotros, como sociedad, debemos responder con la misma fuerza: denuncia, protesta, litigio y resistencia civil. Porque el derecho a respirar es más urgente que cualquier aplauso.
Delírium Trémens.– El municipio de San Luis Potosí ha anunciado la adquisición de cincuenta monitores para reforzar la medición de la calidad del aire en la capital. Más allá de los pendientes y de lo mucho que falta, este gesto muestra sensibilidad hacia una necesidad urgente de la población: saber qué respiramos. Mientras a Ricardo Gallardo le vale madre, es una lástima que los otros seis municipios de la Zona Metropolitana no estén siguiendo el mismo camino, como si el medioambiente conociera de fronteras políticas.
El aire, al igual que la salud y la vida, es indivisible: lo que se respira en Soledad, Villa de Pozos o Villa de Reyes termina afectando también a la capital.
Es el colmo: para la política local, hasta el viento debe pedir permiso para cruzar límites territoriales.
@luisglozano